Nueva YORK. Los miembros de la Asociación de Escritores de Béisbol (BBWAA, por sus siglas en inglés) se reunieron el martes y han decidido no conformar una comisión para estudiar la manera de encarar la candidatura de jugadores sospechados de haber consumido esteroides. Entre ellos, sobre los que ya se ha demostrado que han consumido sustancias que aumentan la capacidad física, ya sea por medio de investigaciones federales o tras dar positivo en las pruebas antidoping.
Esto era lo que había que hacer.
La cuestión de las sustancias prohibidas que aumentan la capacidad física, lamentablemente, sobrevolará las votaciones de los candidatos a integrar el Salón de la Fama durante el resto de nuestras vidas. Durante los próximos 12 años y más adelante, discutiremos sobre los méritos de la candidatura de Mark McGwire, en el primer caso de prueba real, y a partir de él hay una oleada de jugadores que lo seguirán en la discusión. Desde Barry Bonds hasta Roger Clemens, Rafael Palmeiro, Manny Ramírez, Sammy Sosa, etc., etc. Los que no sean elegidos para ingresar tendrán la posibilidad de ser selecciondos por la Comisión de Veteranos, pero quienes quizá sean más duros que los redactores al momento de votar.
Dejando de lado si Bonds, Clemens, Ramírez, McGwire y otros no consiguen los suficientes votos, hay una pregunta filosófica que rondará sobre ellos como lo ha hecho alrededor de Pete Rose: ¿Cómo puede ser que el Salón de la Fama del Béisbol no incluya a los más grandes jonrones y a quien se podría decir que es el mejor pitcher de todos los tiempos?
Nadie quiere eso, y sería genial tener una solución que contemple todas las cuestiones. Pero es simplemente imposible. No sabemos exactamente quién hizo qué y en qué medida, y aunque lo supiésemos, deberíamos considerar el contexto de cada época y cómo fue que la institución del béisbol en su conjunto falló. Necesitaríamos considerar cómo fue que el fracaso de la institución para manejar esta cuestión propició más consumo de sustancias prohibidas. Es una pregunta complicada y no tiene una respuesta perfecta. Tenemos un par de jugadores que sabemos convincentemente que han consumido esteroides y sustancias que aumentan la capacidad física, pero hay cientos y quizás miles de jugadores sobre los que no estamos seguros y es probable que algunos de ellos ya estén en el Salón de la Fama. Hay candidatos sobresalientes de la década del noventa que por lo general se los ve como consumidores de esteroides pero no han tenido el mismo trato que Bonds o McGwire u otros jugadores.
Mi propio estándar para votar a los miembros del Salón de la Fama se basa en la presunción de que el consumo de sustancias que aumentan la capacidad física fue mucho más generalizado de lo que jamás llegaremos a saber, y que el campo de jugadores, entre los hombres de élite, estuvo mayormente parejo.
Y ya que nunca sabremos con exactitud quién hizo qué y en qué medida lo hizo, y como tampoco podemos medir de manera certera cómo lo anterior impactó sobre su desempeño, dejaré a un lado lado la cuestión de las sustancias prohibidas y votaré por el mejor jugador de la era.
Si la comisión hubiese dicho que no votáramos por jugadores sospechosos de haber consumido, hubiese sido más fácil votar que no, pero no podría haber seguido esa directiva, no si quería mantener la conciencia limpia.
Y si la comisión hubiese decido que dejáramos a un lado la cuestión de las sustancias prohibidas al momento de votar, sé que muchos colegas no hubiesen quedado conformes, y yo hubiese respetado sus posiciones.
Es un problema que no desaparecerá.
Nunca será simple y nunca habrá una solución fácil de tomar.
Es lo que hay, como diría Brian McNamee.
Esto era lo que había que hacer.
La cuestión de las sustancias prohibidas que aumentan la capacidad física, lamentablemente, sobrevolará las votaciones de los candidatos a integrar el Salón de la Fama durante el resto de nuestras vidas. Durante los próximos 12 años y más adelante, discutiremos sobre los méritos de la candidatura de Mark McGwire, en el primer caso de prueba real, y a partir de él hay una oleada de jugadores que lo seguirán en la discusión. Desde Barry Bonds hasta Roger Clemens, Rafael Palmeiro, Manny Ramírez, Sammy Sosa, etc., etc. Los que no sean elegidos para ingresar tendrán la posibilidad de ser selecciondos por la Comisión de Veteranos, pero quienes quizá sean más duros que los redactores al momento de votar.
Dejando de lado si Bonds, Clemens, Ramírez, McGwire y otros no consiguen los suficientes votos, hay una pregunta filosófica que rondará sobre ellos como lo ha hecho alrededor de Pete Rose: ¿Cómo puede ser que el Salón de la Fama del Béisbol no incluya a los más grandes jonrones y a quien se podría decir que es el mejor pitcher de todos los tiempos?
Nadie quiere eso, y sería genial tener una solución que contemple todas las cuestiones. Pero es simplemente imposible. No sabemos exactamente quién hizo qué y en qué medida, y aunque lo supiésemos, deberíamos considerar el contexto de cada época y cómo fue que la institución del béisbol en su conjunto falló. Necesitaríamos considerar cómo fue que el fracaso de la institución para manejar esta cuestión propició más consumo de sustancias prohibidas. Es una pregunta complicada y no tiene una respuesta perfecta. Tenemos un par de jugadores que sabemos convincentemente que han consumido esteroides y sustancias que aumentan la capacidad física, pero hay cientos y quizás miles de jugadores sobre los que no estamos seguros y es probable que algunos de ellos ya estén en el Salón de la Fama. Hay candidatos sobresalientes de la década del noventa que por lo general se los ve como consumidores de esteroides pero no han tenido el mismo trato que Bonds o McGwire u otros jugadores.
Mi propio estándar para votar a los miembros del Salón de la Fama se basa en la presunción de que el consumo de sustancias que aumentan la capacidad física fue mucho más generalizado de lo que jamás llegaremos a saber, y que el campo de jugadores, entre los hombres de élite, estuvo mayormente parejo.
Y ya que nunca sabremos con exactitud quién hizo qué y en qué medida lo hizo, y como tampoco podemos medir de manera certera cómo lo anterior impactó sobre su desempeño, dejaré a un lado lado la cuestión de las sustancias prohibidas y votaré por el mejor jugador de la era.
Si la comisión hubiese dicho que no votáramos por jugadores sospechosos de haber consumido, hubiese sido más fácil votar que no, pero no podría haber seguido esa directiva, no si quería mantener la conciencia limpia.
Y si la comisión hubiese decido que dejáramos a un lado la cuestión de las sustancias prohibidas al momento de votar, sé que muchos colegas no hubiesen quedado conformes, y yo hubiese respetado sus posiciones.
Es un problema que no desaparecerá.
Nunca será simple y nunca habrá una solución fácil de tomar.
Es lo que hay, como diría Brian McNamee.
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